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14/10/12

Testimonio de una margarita.


Todo este tiempo he aprendido que las cosas bonitas son efímeras, que lo malo es lo que nos acompaña día sí y día también. Que las margaritas solo aguantan en todo su esplendor poco tiempo, que las circunstancias nos van degradando hasta que por completo acabas destrozado, luego los rayos del sol dan la tranquilidad, ¿pero de qué sirve si vas a recaer? Se trata de algo cíclico, una montaña rusa, algo que nunca acaba tomes las alternativas que tomes. No es que el destino esté escrito, es que todos estamos destinados a lo mismo.



También he aprendido que por mucho que lo intentemos evitar somos vulnerables y que cuando algo te cala hasta lo más profundo no tienes escapatoria, estás jodido, todo tu mundo y todas tus metas van a cambiar. A mí ya me ha pasado.
Cada vértice de mi ser lleva la misma referencia y se repite una y otra vez, sol, lluvia, sol, viento... ¿Alternativas? Cambiar de maceta, ¿sirve de algo? Para nada, solo las molestias del transporte, no hay alternativas, no hay remedios, estoy destinada a vivir por y para ti y solo hago que intentar escapar de esta maldita jaula que engloba mi día a día. Eres mi rutina, mis cambios de humor y mi necesidad. Pero para ti solo soy una más de cientos, y que si me duele algo ya encontraré mi cura.

Odio vestirme con una sonrisa día a día y maquillarme más que un payaso de feria para que el resto del mundo vea que no estoy destrozada, que esta situación me está estrujando hasta el punto en el que no puedo ni respirar.
Esta margarita está a punto de romperse por completo y tú estás pendiente de otro jardín llamado Barcelona (ahí tienes la pista, date por aludido), pendiente de rosas y amapolas más bellas que yo. Parece pasable y visto desde un punto de vista objetivo superable. Cómo se nota que nadie está en mi piel, porque te llevo en vena directa hasta mi corazón.
Pase lo que pase sigo en pie al pie del cañón, aguantando lo que me echen, soy una margarita que nunca va a marchitar, nadie va a cortar mis raíces.

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